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Él, viejo entre jóvenes

22 de Mayo de 2016 12:10:03 | 947 Lecturas | Via: ElSeptimoarte.com

Pues si, para lo que le quedaba en el convento... fue, y se cago dentro. Pero muy adentro. Hasta el fondo. Al tio ya se la sudaba todo, y lo cierto es que la actitud estaba totalmente justificada. Estabamos ya en el ultimo dia de Competicion de la 69ª edicion del Festival de Cannes, momento en el que los asiduos al certamen ya estaban pensando mas en hacer las maletas y largarse corriendo, que en cualquier otra cosa; momento en el que, siguiendo con el tema, lo mismo nos daba defecar fuera que dentro de la taza del vater. Y es que Thierry Fremaux ya nos advirtio, antes de que empezara todo a rodar, que si se volvian a repetir los clasicos (y muy lamentables) accidentes en los retretes del Palais (en serio, los de la critica cinematografica somos lo peor), empezaria a quitar acreditaciones, sin importarle lo mas minimo de que color fueran estas. Al principio la amenaza cuajo, de modo que obedecimos, no por respeto ni mucho menos por educacion, sino por miedo. Por miedo a tener que irse antes de lo previsto (¡y con el apartamento pagado para 13 dias!), por miedo a la bronca de la organizacion y sobre todo, por ese terrible miedo al ridiculo publico; al ''¿que pensaran de mi?''

Y asi, como si nos hubieramos puesto delante de un espejo a media noche y hubieramos repetido tres veces su nombre, aparecio, desde las profundidades del averno, el semi-desaparecido Paul Verhoeven... Y resucito. Como ya se ha dicho, andaba el personal muy destrozado, deambulando por los pasillos del Gran Theatre Lumiere; buscando cual alma en pena una butaca minimamente comoda en la que dejarse caer muerto... sin importarle demasiado el tan lamentable espectaculo de destruccion humana que estaban protagonizando. Se habia instalado en el ambiente, y por puro agotamiento, un ''melasudatodismo'' que, en cierta manera, empezo a preparar el caldo de cultivo. Que si tosiamos con mas fuerza e insistencia porque ya no nos importaba que el de al lado no pudiera oir bien la peli; que si ya no bajabamos la voz al hacer comentarios groseros; que si ya no gestionabamos tan bien la emision de gases... que si ya nos cagabamos dentro. Porque al fin y al cabo, esto ya se acaba; ya tenemos un pie y medio en casa (o en la tumba)... y tras casi dos semanas de cine por un tubo, nos ha quedado claro que el invento ese de las convenciones sociales, no es mas que un estorbo. A la mierda con el. A la mierda con todo.

Lo repetimos unas dieciocho veces, gritando mas y mas... hasta que un gato que pasaba por ahi, se detiene a pocos metros de nosotros, nos mira fijamente y, a los pocos segundos, empieza a asentir. Incluso a reir. Y es que los felinos son seres malignos, que van-hacia y se alimentan-del mal. Lo se, lo sabes, lo sabemos y Verhoeven, desde luego, tambien. 'Amy e isabelle (tv)', su nueva pelicula, es la encargada encargada de clausurar la Competicion de este año, y empieza con uno de estos amables animales domesticos presenciando, con sumo interes, una escena cuyo sonido (al principio, se nos priva de la imagen) ya pone los pelos de punta. Cuenta la leyenda que en los primeros pases del film celebrados en el Marche du Film, estos primeros instantes introductorios ya bastaron para registrar las primeras desbandadas en masa de la sala. En el Lumiere no ha sucedido tal cosa, pero nos ha quedado claro que dichas reacciones no estaban del todo justificadas. El caso es que la funcion empieza con una violacion a Isabelle Huppert. Asi, sin adornos ni rodeos. Tal cual, a camara fija y con la distancia suficiente para que el miron (Paul, nosotros) no se pierda detalle... pero tampoco corra el mas minimo riesgo de verse salpicado. Por lo que sea. A hacer volar la imaginacion...

Porque a partir de este momento, todo; absolutamente todo, puede pasar. En la rueda de prensa posterior a la primera proyeccion oficial, Verhoeven ha repetido, una y otra vez, que ha centrado buena parte de sus esfuerzos en huir del recurso y/o camino facil; de aquello que el manual y/o el sentido comun le pedian a gritos. ¿Que la reaccion logica a tan traumatico arranque hubiera sido refugiarse en el victimismo del melodrama? Pues si. Claro que si. Hasta que va EL, y decide cagarse en todo esto. Tirar por otros derroteros. Mas arriesgados, mas atractivos, mas tentadores. Sin esa locura punk que caracterizo sus estupendos trabajos antes de desembarcar en Estados Unidos, pero con un temple adquirido a base de tiempo, palos y experiencia, Verhoeven manufactura un perverso thriller sobre las volcanicas lees del deseo, que a simple vista, y por aquello de buscar referentes mas modernos, podria pasar por ''ozonesco'', pero que no, en realidad es cien por cien ''verhoeviano''.

Esta es, en esencia, la mejor noticia que nos deja 'Amy e isabelle (tv)', la recuperacion de uno de los artistas mas interesantes (por atrevidos, por agitadores, por cafres... por locos) que nos dieron las decadas de los 80 y 90. Casi veinte años han pasado ya desde aquella formidable explosion, y visto lo visto, como si apenas hubieran pasado unos pocos dias. Como si el hombre no hubiera envejecido. Al contrario, como si hubiera rejuvenecido. Como si lo mas sensato fuera prescindir, precisamente, de la sensatez. Asi, sin que nos de tiempo a activar las alarmas de peligro, el cineasta holandes se mete, de lleno, en pantanales como los abusos sexuales y la violencia de genero sin pensar demasiado en las consecuencias. Solo que en realidad, el tipo lo tiene controlado. No es que se las apañe para salir ileso de cada una de las situaciones planteadas (repetimos, todas eran de un peliagudo que asusta), sino que ademas sale reforzado. Siempre. Y por el camino, nos reimos (mucho), y nos estremecemos, y nos aterramos, y admiramos la manera en que ese concepto llamado Isabelle Huppert encaja tan bien en la ecuacion. Como el mejor Polanski (encargado, por cierto, de la clausura en este mismo escenario hara dos años), la propuesta te lleva al limite (moral, principalmente), mientras te da un disfrute (cinefilo, dejemoslo asi) directamente proporcional. Hoy fueron pocos los que se fueron antes del final. Poquisimos. Tocaba aguantar, y gozar, y desde luego, aplaudir. Verhoeven ha vuelto.

Algo similar podria decirse con otro de los -incombustibles- maestros que pasean estos dias por Cannes. Solo que en el caso que ahora nos ocupa, no deberia hablarse de retorno alguno. Basicamente, porque Marco Bellocchio (en pie) nunca se fue... por mucho que las Secciones Oficiales de los grandes festivales del mundo hayan decidido, casi siempre, aislarlo en la mas cruel de las ignominias. No en vano, su nuevo film 'Felices sueños', quedo relegado a la que este año ha sido, sin duda alguna, la seccion mas infectas de todo el certamen, la Quincena de los Realizadores, que de repente, y sin merecerlo lo mas minimo, se vio con, atencion, la mejor pelicula que hemos visto este año en Cannes. Y ya veremos si alguien la supera en lo que queda de 2016. Asi de contundente; asi de escandaloso. Todo lo relacionado con la pelicula (desde el tratamiento que le ha dado la organizacion hasta lo que vemos en la propia pantalla) clama al cielo. Sin medias tintas, sin piedad, sin concesion alguna.

Tanto, que a las primeras cambio, la historia ya nos ha tirado la primera bomba, de efectos masivamente devastadores. A joven Massimo, que no llega ni a los dos digitos en su contador de edad, le acaba de dejar, de forma repentina, el ser al que mas ama en este mundo... Y ya. Es esto. La base es la misma que compone el esqueleto del edificio. Y todavia quedan mas de dos horas. Ciento veinte minutos en los que el espacio y el tiempo desaparecen como referentes narrativos, para dejar al punto de referencia que mas importa; el mas potente. Un estado de animo que arrolla y se contagia. A traves de los momentos musicales, del desarrollo de la narracion, de los calculadisimos encuadres que presiden cada escena, del tratamiento de la imagen, del trabajo actoral... Bellocchio le saca el maximo partido a todos los activos cinematograficos de los que dispone. Los eleva a la enesima potencia, los dignifica y hace que remen, en apabullante armonia, hacia la misma direccion.

Todo para hablarnos de algo tan profundo e insondable como el sentimiento de perdida de aquello que mas importa. De como se puede (si es que se puede) llenar ese vacio matador. Hay tanto control en la tecnica que la pelicula, en cuanto a objeto filmico, merece ser estudiada hasta la saciedad. Hay tanta verdad en su discurso; tanto calado humano, que el caracter autobiografico en el que se fundamenta la trama conecta, y de que manera, con cualquiera que sea el perfil y trasfondo sentimental con el que cada espectador acuda a la sala. Hay tanta potencia en todo ello que ni los diques mas resistentes podrian contener las lagrimas; que ya no se puede rebatir el que esto de la edad no depende de loa años, sino de la actitud y de la fuerza que uno vuelca en sus pasiones. EL, Marco Bellocchio, por cierto, arrastra 76 primaveras a sus espaldas... y como si fuera el mozo aquel de 'I pugni in tasca'; como si fuera imposible encontrar a alguien mas joven estos dias por la Croisette. Larga vida.

Asi las cosas, se ha confirmado, con pasmosa e insultante facilidad, el sindrome del telonero super-dotado, aquel que deja en evidencia a cualquiera que se atreva a tocar despues. Con la broma, ya era casi la una de la madrugada, y aun asi, el Lumiere volvia a estar hasta los topes. Era la ultima sesion de medianoche de esta 69ª edicion, es decir, la ultima ocasion para sacar a relucir las mejores galas... y mostrarle al mundo lo vulgar que eres. La fauna de Cannes, que es unica. El caso es que la excusa iba servida por 'Blood father', primera aventura norteamericana de Jean-François Richet, con Mel Gibson (de aqui el interes) como estrella principal. La historia es la de siempre, las maneras tambien y el resultado, obviamente, es tan pobre como indican los augurios. Un ex-convicto/drogadicto/despojo-humano se reencuentra, muchos años despues de su ultimo encuentro, con su amada hija... solo para darse cuenta de que la criatura esta siguiendo los pasos que ya le llevaran a el hasta la perdicion.

La pobre vienen huyendo del desgraciado de su novio, y de su banda, y del consumo abusivo de todo aquello que te jode el cuerpo. La gracia, por aquello de ponerle buena cara al mal tiempo, esta en que el salvador es el mal personificado. Mel Gibson al rescato, claro que si. Con sus barbas, sus arrugas, su voz cascada... y ese oscurisimo historial que todos le conocemos. La cosa se encomiendo al carisma de la estrella. A sus ataques de ira, a su entrañable malhumor, a esas meta-referencias que nos dejan perlas del calibre de unos amigotes filo nazi-sureños, y la mas acerrima defensa de las tesis sobre politica inmigratoria, al mas puro estilo Donald Trump. Mas alla de esto, nada. El mas absoluto, absurdo y aburrido de los vacios. El resto de actores estan de juzgado de guardia (Eryn Moriarty rivaliza, desde ya, con Kristen Stewart por el Premio a la Peor Actriz de la Historia), la historia se encalla una y otra vez en tiempos muertos de relleno y la accion, que eso habiamos venido, es tan escasa como rancia. Un desastre. Triste, antipatico, tedioso... Viejo. Decrepito. El tal Richet, por cierto, nos dice su carnet de identidad que era el director mas joven a presentar hoy trabajo en Cannes. Pues va a ser que no.

Mañana, mas.

por Victor Esquirol Molinas
@VctorEsquirol

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