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Comentarios de Condenados

una película de Manuel Mur Oti

Comentarios de la película “Condenados”
1 comentarios. Página 1 de 1
invitado-Toribio Tarifa
-5
invitado-invitado-Toribio Tarifa 11/02/2015 18:42:29

El vestido puede cubrir, guarnecer, abrigar, disfrazar, proteger o adecuar a alguien y conviene elegirlo con tiento de acuerdo con el proposito, el destino o la actividad que pretendamos llevar a cabo. No es aconsejable ir a la montaña con un vestido de fiesta, como el soldado debe acudir al campo de batalla vestido para la ocasion. Hasta a los niños se les viste de manera especial cuando deben participar en algun acontecimiento social o religioso, como puedan ser el bautismo o la primera comunion. Pero, ¿como deberia vestirse uno cuando solo se trata de escribir una aproximacion a una pelicula tan especial como "Condenados", dirigida en 1953 por Manuel Mur Oti y que cuenta en sus principales papeles con Aurora Bautista, el pasmarote-mueble de Jose Suarez y Carlos Lemos. Tras larga reflexion, se me ocurre que lo mas apropiado seria recurrir a la coraza y el yelmo, si no al turbante y el alfanje, para adecuarse a algo tan severo, tan riguroso, tan implacable, tan estricto, tan rigido, tan intolerante, tan calderoniano, en suma… Estamos en La Mancha, una Mancha que se nos muestra como un tremendo secarral, un autentico paisaje lunar, con una tierra gris y polvorienta que da la impresion, a los legos, de una esterilidad absoluta. Aurora Bautista, una antecedente, quiza menos ampulosa, de Nuria Espert, interpreta a Aurelia, una campesina que vive sola en su casa de labranza. A su entorno las tierras se agostan irremediablemente por mas esfuerzos que ella hace, pues no dejamos de verla agarrada al azadon y tratando de remover esa tierra seca. A esta situacion de soledad se ha llegado porque el amo, su marido, esta en la carcel con una larga condena por haber matado a un hombre que la habia mirado, a su juicio, con ojos de deseo. El pueblo, curiosamente, se ha puesto de parte del muerto y, sin distincion alguna, vuelve la espalda al asesino y a su mujer. Uno se pregunta por que a ella tambien, y no halla otra respuesta que la necesidad dramatica: si el pueblo no le hubiera hecho el vacio, no habria sido necesaria la ayuda y el trabajo de Juan. La llegada de este, un forastero que busca trabajo, ignora la actitud del pueblo respecto a la propietaria de la alqueria y que, ademas, es inteligente, vigoroso y muy trabajador cambia radicalmente el escenario y el destino del cortijo: las cosechas se multiplican, los animales se reproducen en abundancia no vista hasta entonces y el molino vuelve a recibir grano para devolver harina. En fin, como en la Biblia sucede con la llegada de Jacob a casa de Laban, puro milagro. Es evidente desde el primer momento que Juan no va a ser inmune al atractivo de su patrona, pese a que ella por su parte no da ningun paso por el camino de la seduccion y se muestra tan solo amable y agradecida. Resulta extraordinariamente interesante, sobre todo si lo comparamos con los procedimientos narrativos que el cine impondra años despues y hasta el presente, la secuencia que Mur Oti construye para transmitir al espectador el deseo de Juan por Aurelia. Y lo consigue con una imagen sencilla, sencillisima y que a buen seguro los censores (estamos, no lo olvidemos, en 1953, con un franquismo todavia joven, poderoso e implacable) dejaron pasar, sin caer posiblemente en la cuenta del tremendo poder de esa imagen. En esa escena Aurelia, plantada en un rellano de la escalera de su casa, habla con Juan, quien se encuentra unos cuantos peldaños mas abajo. Juan la ve en un contrapicado. Ella viste una amplia falda que la cubre hasta los tobillos y deja ver las enaguas debajo y los pies. La camara, convertida en la mirada de Juan, se alza hasta los zapatos de Aurelia y de paso pone en evidencia que sus pies estan separados, no exageradamente separados, pero si separados. Lo suficiente. La imaginacion se desata ardorosa, y los tobillos de Aurelia sugieren de forma clara las piernas y los muslos de la mujer. Es el latigazo del deseo en la cara de Juan. No hace falta mas. Con una economia de medios, en todos los sentidos, sobresaliente, el director tumba la tijera de la censura, pero tambien pone en evidencia la reiteracion grosera y facilona a que se llega en gran parte del cine que se rueda desde hace bastantes años. Esos gemidos, suspiros, gruñidos, chillidos y gritos a que se nos somete quieras que no cuando una pareja recibe el soplo del aliento de Eros son absolutamente ridiculos, molestos, irreales y aburridos. La situacion se enriquece con la llegada de Jose, el marido, interpretado por Carlos Lemos, a quien, sin saber muy bien la razon, la justicia le ha aplicado una importante reduccion de pena y lo ha puesto en libertad. Como es muy natural en un personaje tan suspicaz y sensible, le basta una mirada en amplitud para darse cuenta de la situacion: la vision del mundo sustentada por el islam mas fundamentalista se queda corta si la comparamos con la representada por este marido salido de la carcel cuya experiencia en ella, como suele ser habitual, de poco ha servido para enmendarle. La tragedia esta, pues, servida. La realizacion de Mur Oti es impecable y el guion, que sigue las lineas marcadas por una pieza teatral de Jose Suarez Carreño, galardonada con el premio Lope de Vega de teatro de 1951, tambien. Es una pelicula que no debieran perderse los colectivos feministas mas furibundos y arrebatados. Tendran motivos mas que sobrados para airarse…





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