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'Oh Boy': La imposibilidad de un café

07 de Marzo de 2014 14:10:07 | 572 Lecturas | Via: ElSeptimoarte.com

En aquel momento exacto, cuando sus manos tocaron por primera vez la cruz de Coronado, el joven Indiana Jones tenia -casi- toda la vida por delante. No habia manera humana de predecir su futuro, aunque ya existian antecedentes suficientes como para alimentar algunas previsiones que como se veria mucho mas adelante, andarian mas o menos acertadas. Por ejemplo, sus amigos (algunos pocos) percibian en el la madera de los mas grandes aventureros, por esto le seguian hasta donde hiciera falta, sin tener en excesiva consideracion los peligros que atraian sus aventuras, esperando a que algo gordo pasara y confiando en que al final del trayecto, una vez encontrada la X que marcaria la localizacion exacta del tesoro, podrian quedarse con una parte del botin. Estaban, sin embargo, los mas pesimistas, entre los que se encontraban algunos profesores de escuela, que trataban (y no sin razon) de no sacarle jamas el ojo de encima, y, como no, su padre, desesperado al ver como la criatura no aprendia a contar (¡en griego clasico!) ni a patadas.



En aquel momento exacto, cuando por fin habia quedado atras el aire viciado de las peligrosas cuevas del desierto de Utah, y cuando (para variar) los malos venian pisandole los talones, el joven Indy se dio cuenta de que estaba solo; que su grupo de boy-scouts no se encontraba donde se suponia que deberia estar. La conclusion era obvia: ''¡Todos se han perdido menos yo!'' Y asi fue como el guionista Jeffrey Boam se topo, casi sin quererlo (y como casi siempre ha sucedido con los grandes descubrimientos), con una de las frases que mejor han sabido definir lo que significa pasar por esa maravillosamente desesperante etapa vital en la que uno no sabe si sentirse joven o adulto. En su opera prima, Jan Ole Gerster nos habla precisamente de esta convulsion, a veces estruendosa; a veces silenciosa, por la que a todo el mundo le toca pasar.

En el momento exacto en que empieza la pelicula, el joven Niko Fischer ronda la treintena, es decir, tiene -casi- toda la vida por delante, no obstante, son cada vez menos las personas que apuestan por su futuro. Por hacer algo, se dedica a atravesar este tunel, que por cierto se le esta atragantando mucho mas de lo previsto. Incapaz de encontrar una carrera universitaria que de sentido a su existencia (que ingenuo...), cruza los dedos porque su adinerado padre no le corte el grifo del credito. Apura, no por tic de posguerra, sino por pura necesidad, el cigarrillo que ha tenido que encender con la tostadora y se plantea muy seriamente el empezar a mendigar por una racion decente de cafeina. Deambula, ademas, por Berlin (esa ciudad donde lo a priori inabarcable parece, de repente, ser algo minusculo), del mismo modo en que lo hemos hecho el resto de ''impresentables parasitos'' que en alguna ocasion nos hemos dejado caer por ahi: subido en un vagon de metro, vigilando disimuladamente (pero con los cinco sentidos puestos en dicha labor) a que ningun revisor se cruce en su camino y empiece a pedirle billetes que por supuesto no ha validado (no digamos "comprado").

Se trata, volviendo a la esencia del problema (?), del drama convertido, por pura logica de buen observador, en tragicomedia humanista (es decir, en implacable racion de risas amargas). Se podria decir que '
Oh boy' coge la excusa de una odisea urbana de apenas 24 horas de duracion para centrarse en ese -durisimo- momento en el que analizamos en serio (para variar) aquello de "¡Todos se han perdido menos yo!". Despues de su (micro)debut en el documental, Ole Gerster prueba suerte en la ficcion con un indie situado ligeramente por encima del mumblecore, y rebosante de referentes cuya propiedad parece exigir sin ningun tipo de complejo. El cineasta de Hagen mira hacia afuera y hace suyo el coctel cultural que tiene en mente. El resultado, por supuesto, es genuinamente berlines (las noches en esta ciudad, a mis neuronas caidas en combate pongo por testigo, son exactamente como las describe)... e igualmente espontaneo, certero, agudo y, claro, grave.

''¡Todos se han perdido menos yo! Porque no tengo ningun maldito titulo universitario con el que lavarme el ojete. Porque acaban de llamarme ''displicente'' en mi puta cara... y he tenido que buscar en el diccionario que coño significa esto. Porque hace siglos que me quede sin tinta para seguir ampliando la lista de desgraciados a la que le partiria, encantado, el careto. Porque los dioses conspiran para privarme de mi gasolina... ¡mi reino por una taza de cafe, joder!'' Como un running-gag del que no se puede escapar. Es tan patetico como gracioso. Jan Ole Gerster lo sabe y le saca el maximo jugo. Entre el cariño y la burla mas hiriente, se recrea, en jazzistico y elegante (cosas del blanco y negro bien empleado) bucle, en el fracaso del outsider. Su anti-heroico Niko Fischer se va a topar con el desencanto de la edad adulta y con todos sus sintomas: la incomodidad / hostilidad de las relaciones sociales, la alergia a la responsabilidad, la necesidad enfermiza de tener siempre a punto un posible plan de fuga... y la constante pesadez de no saber que demonios hacer con el factor diferencial. Maldita (o no) la duda... y bendito (si o si) el reflejo que nos devuelven determinadas peliculas.

Nota: 7 / 10

por Victor Esquirol Molinas

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