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'Eddie el Águila' - Whisky con leche

10 de Junio de 2016 00:10:04 | 943 Lecturas | Via: ElSeptimoarte.com

La historia del olimpismo esta marcada, como no podia ser de otra manera, por grandes hazañas; por historias de esfuerzos titanicos recompensados con los mayores honores. Por esa voluntad inquebrantable de romper las barreras fisicas y mentales que supuestamente marcan los limites del ser humano. Se reduce todo, en definitiva, a querer ir mas alla de estas fronteras; a desearlo con tanto convencimiento, y a tener tanto talento, que lo que antes parecia imposible, pase ahora a formar parte de la mas fantastica de las probabilidades. Esta todo esto, claro... pero tambien lo que viene por detras. Porque resulta que debajo del podio tambien hay vida inteligente, y esta puede ser tanto o mas fascinante que la que ocupa los cajones mas altos de la gloria. Es este sub-mundo de perdedores anunciados o de triunfadores contra todo pronostico, en el que las distancias vuelven a adquirir estas proporcionas tan humanas (¿mundanas?), factor imprescindible para que se produzca la identificacion del espectador para con el show que esta presenciado... que de esto tambien (Sobre todo) viven los Juegos, ¿no?

De modo que siempre toca admirar el merito colosal que tienen monstruos del calibre de Jesse Owens, Usain Bolt, Haile Gebrselassie o Michael Phelps, por pulverizar todos los records habidos y por haber; por hacernos vibrar con cada nueva marca historica conquistada... Pero no menos respeto merecen ''esos otros'', desde el mitico nadador Eric Moussambani, quien por poco no se ahogaba cada vez que saltaba a la piscina, hasta el bueno de Steven Bradbury, quien se colgara, sin quererlo ni buscarlo, una de las medallas de oro mas increibles de la historia de la humanidad, pasando por otras leyendas como Paula Barila Bolopa, Hamadou Djibo Issaka, Philip Boit o Trevor Misipeka... Todos ellos (y los que nos quedan) forman parte de una especie de Olimpo freak; una suerte de gran familia de hijos bastardos de algun semi-dios descarriado. Puede que su llama no arda con mucha fuerza, pero sin duda siguen llevando su testigo, pues sus aptitudes y su nivel competitivo a lo mejor ni lleguen a la excelencia de las plusmarcas regionales, pero su lucha (contra las tendencias, la historia y, en general, el mundo) es una carrera de obstaculos igualmente trepidante, y con la que, muy facilmente, se puede empatizar. Ahi esta la magia.

¿O no fueron los Juegos Olimpicos de Invierno celebrados en Calgary los mas epicos de la historia? ¿Y no lo fueron gracias a, por ejemplo, Devon Harris, Dudley Stokes, Michael White, Samuel Clayton y Howard Siler (es decir, el equipo jamaicano de bobsleigh)? ¿Y que decir de Michael Edwards? Perdone... ¿quien? A los primeros les tenemos ubicados en el mapa gracias a aquel clasico (bueno, no tanto) de la Disney con John Candy, titulado 'Elegidos para el triunfo', pero el segundo no nos suena tanto... Hasta la llegada de 'Eddie el Águila', nuevo filme de la que, a estas alturas, ya puede definirse como la factoria Matthew Vaughn. El director, guionista y productor aparece en esta ocasion en calidad de lo ultimo, auspiciando asi el tercer largometraje del actor (De profesión, solteros) Dexter Fletcher, quien para la ocasion rescata del olvido una de esas pequeñas historias que hacen del deporte algo tan grande. Grosso modo, la cosa va de seguir los pasos que llevaron al joven Michael ''el aguila'' Edwards (¿ya va sonando mas?) a convertirse en el primer representante de la Gran Bretaña en la modalidad olimpica de salto de esqui, en los citados Juegos de Invierno de 1988.

Esta fue la conquista... ridicula, quizas, a escala de medallero, pero brutal, seguro, a ojos de un viejo y algo amargado escayolista ingles, quien descubrio, de un dia para otro, que el cabezota de su hijo salia por la tele, y que se habia convertido en un idolo de masas. ¿Pero lo fue realmente? ¿O no paso de anomalia que los medios de comunicacion explotaron, muy sadicamente, por aquello de ceder a la tentacion de la mofa publica? Seguramente fue ambas cosas. Seguramente el tipo fue un heroe y a la vez un payaso; seguramente el perdedor gano; y seguro, segurisimo, que la leche casa con el whisky. 'Eddie el Águila' tiene la discreta pero muy bien aprovechada virtud de la combinacion; de conocer la naturaleza bicefala de su historia, y de saber que asi mismo nos la va a presentar. En otras palabras, Dexter Fletcher hace de la comprension del material de base el fundamento para una presentacion que, tanto por comicidad como por emotividad, convence, divierte y hasta hace vibrar. Lo que debia ser adaptacion se convierte asi en reinterpretacion, que seguramente ignora la realidad cuando mas le conviene (el personaje de Hugh Jackman es ficticio, por ejemplo), pero que nunca falla a la verdad, en lo referente a conservar los valores de aquella intrascendente proeza de Calgary '88.

En estas que entra en escena un casi irreconocible Taron Egerton, convertido en el ya famoso Michael Edwards. El tipo (el actor) se esconde detras de unas gafas mas granes que su cara, y de una serie de muecas que no se sabe si estan levantando, o por el contrario derribando muros entre persona y personaje. En esta dualidad, tan extrañamente atrayente, se asienta la pelicula, y sabe sacarle partido durante su poco mas de hora y media de metraje, en la que los mecanismos de la feel-good movie deportiva quedan tan expuestos (vease la manera de regodearse en los clasicos montajes musicales para sintetizar los momentos de entrenamiento), que a lo largo de todo el recorrido nos acompaña la -maravillosa- incertidumbre de no saber distinguir entre el ''reirse-de''Sky captain y el mundo del mañana''reirse-con''. Poco importa, ya que una opcion parece tan legitima como la otra. Y es que aunque pueda parecerlo, no hay ni pizca de mala intencion, pues pensado con frialdad, el saltador se prestaba tanto a la burla como al abrazo. Su entrenador, no se sabe si el que existio o el que ha creado la (semi-)ficcion cinematografica, en este mismo debate se encuentra.

El tio, duro donde los haya, se toma el enesimo lingotazo de whisky del dia mientras, incredulo, observa como su pupilo hace lo mismo pero con un vasito de leche... Y nosotros, que lo vemos desde la distancia, sabemos que no podiamos estar en manos de mejor pareja. La quimica entre Jackman & Egerton, asi como el carisma que cada uno desprende por separado, constituyen de por si motores lo suficientemente potentes como para hacer que la funcion, impregnada de una pegadiza nostalgia ochentera, avance como por pura inercia. No importa ni el que los CGI's fallen estrepitosamente en los momentos mas delicados... incluso sirve para reivindicar, en cierto modo, la mistica de la imperfeccion, o como diria la prensa anglosajona, el encanto del ''Superdog''; del ''heroic failure''. El fracaso heroico que, efectivamente, nos recuerda que en esto del deporte, como en la vida en general, los topes los ponemos nosotros mismos. Pues bien, con el liston fijado aqui, Dexter Fletcher parece un autentico campeon. El nivel era mas bien bajo, pero habia que cumplir, y tener los cojones de saltar. Y ahi va el loser, saliendo a hombros del estado; con la cabeza bien alta. Se lo merece.

Nota: 6 / 10

por Victor Esquirol Molinas
@VctorEsquirol



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