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Jose Maria Pou interpreta la ultima representacion de La cabra, de Edward Albee. Detras quedan mas de dos años del exito que la tragedia de un ejemplar padre de familia enamorado de una cabra ha obtenido en los escenarios españoles. La camara se mueve entre bambalinas del teatro, un espectaculo tan fascinante como el que el publico observa desde el patio de butacas.
A los aplausos le sigue el recorrido del actor a su camerino, primera escala de un nuevo viaje. Ha llegado el momento de despojarse de un personaje y meterse en otro. En este caso, el protagonista de Su seguro servidor, Orson Welles, obra original del norteamericano Richard France sobre los ultimos dias del genial cineasta y hombre de radio y teatro. Un personaje que, a sus setenta años, se alimenta de recuerdos mientras graba anuncios publicitarios y espera que Hollywood se acuerde de el y le financie su inacabado Don Quijote.
Pou disfruta de muy poco tiempo para experimentar el vacio que todo actor siente en el transito entre dos obras. Unos dias despues empiezan las primeras lecturas y la memorizacion de un texto que tiene casi la condicion de monologo. El actor se mete lentamente en la piel de Welles y en la de los muchos personajes que pueblan su memoria, apropiandose del texto y de los gestos que le guiaran en escena. Una construccion intima, fruto de largas horas de ensayo, que transcurre en paralelo al montaje teatral con sus actores habituales: director, escenografo, diseñadora de vestuario, tecnico de sonido, iluminador, productor…
El actor reflexiona sobre las claves de este proceso y desgrana en los ensayos los pasos necesarios para hacerse con las distintas mascaras de su personaje: el viejo soñador que rememora sus dias de gloria al airado anciano que intenta mantener su dignidad mientras trabaja bajo la batuta de un joven tecnico de sonido que le devuelve su gloriosa voz de antaño. Una tunica y una botarga recrean al Welles mas expansivo. Pou descubre su rostro mas ludico al interpretar un numero de magia y lucha, como Don Quijote y los molinos, contra todo tipo de adversidades.
De la intimidad de la sala de ensayos al teatro donde se estrenara el montaje, se produce otro salto: la apropiacion del nuevo espacio, los ajustes tecnicos y el nerviosismo propio de un proceso que llega a su fin. La noche del estreno, Pou vuelve a emprender el camino del camerino al escenario, atento a la subida del telon con la misma emocion con la que, de niño, se fascino por el teatro sentado en el patio de butacas.